hay días en que nombrar no basta
descalzo, salí a sentir la tierra
las hojas
la madrugada fría.
bajo un árbol inclinado bajo el paso
de tantos vientos
(hueco y reseco
de retorcerse en sus ramas)
me supe vivo:
temblé la escarcha, el misterio, el vacío
y no pude sino caer, abrazar
el tronco
y llorar tanta belleza
mezclando mi sal
con la tierra desnuda.
al caer la tarde,
la postrera, callaremos las palabras
con las que enhebramos
los pedazos de la vida;
cuando llegue la noche
y se nos devuelva el silencio
oiremos al fin el latido.
Hugo Mujica, Buenos Aires, Argentina 1942
(de “Noche abierta”)
Esto se lo dedico a Daniel, por ese día de reencuentro espiritual. (Sí, es el mismo del Durazno Sangrando)
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