sábado, octubre 04, 2008

Historia del Zorro que quiere ser Rosa

Mucha agua ha pasado bajo todos los puentes que me conectan con... ya no sé. Todo fluye, llega, pero también se va.

A veces me encierro y me concentro, me aislo en mi planeta, a cuidar mis plantas y mis sueños, y a interpretarlos o al menos, a intentarlo. Ahí me acuerdo que un día fui rosa y que hoy soy un zorro. Se me viene la idea de que el principito me encuentre, que me reconozca como la rosa que soy, que me adivine la sed y que me dé la claridad de su luz, que me trate como una flor. En eso, despierto.

Entonces me diluyo y me disperso, y salgo a buscarme nuevamente, para reencontrarme con mi lado opuesto, y es cuando me surge el espíritu de jardinero, y creo yo encontrar la rosa, y comienzo a cuidarla y a quererla, pero también a temer de sus espinas, y vuelvo a perderme. Pero la rosa se aparece en mis sueños, y ya dejé de contar cuántos son, porque la cifra se estaba haciendo muy grande y eso me estaba asustando también.

Justo ahí vino la primavera; y las flores me recuerdan que aún quiero ser rosa, o cuidar la que encontré, pero veo que es un zorro. Sin embargo, ya dejé de desear que los sueños se cumplan un día, porque esas espinas son las que más duelen... las que se entierra uno mismo. Al menos cuando hay una rosa le puedes inventar un huracán, que le vuele todos los pétalos... por haberte herido. Mas cuando no existe tal rosa y quieres que el zorro con el que te confundiste esté cerca tuyo, no hay mucho que hacer, salvo dejar que todo fluya y siga su curso natural.

Y comienza de nuevo mi ciclo, de fusión y dispersión... en la vuelta siguiente quiero yo ser el zorro, ser domesticado y dar todo lo que se puede compartir, que ya no importa tanto recibir... Voy girando entre soles y lunas de colores diferentes, que me recuerdan que todos necesitan cariño.

Lo más oscuro y profundo del mar de los sentimientos es que nadie es tan valiente como para pedirlo a quien espera que se lo dé, y que tampoco nadie es tan valiente como para entregarlo sin que el que lo recibe no entregue nada a cambio. Yo sólo nado a mi ritmo, hacia aguas más claras y serenas, me libero de las corrientes y fluyo como todo lo demás...

Hay cosas que no necesito explicar, porque quien tiene que saberlas, ya las sabe. Busque las claves y las encontrará, o mejor todavía, búsqueme a mí.

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